Llegaba el turno de Boca. Después de varios resultados favorables que dejaron aquellos equipos que se encuentran en la competencia por el liderato del campeonato, el equipo de los mellizos Schellotto tenía que enfrentar a Patronato, en su casa, con su gente, y principalmente con dos objetivos a superar. El primero, ganar. El segundo, ser un equipo a pesar de la ausencia de Ricardo Centurión (lesionado el día Sábado practicando jugadas de pelota parada). Como resultado final, se puede decir que fracaso en ambos.
Benedetto, en la última jugada de la primera parte convirtió de cabeza después de un gran centro de Solis, pero Patronato con muy poco se lo empató a minutos del final, dejando así dos puntos en el camino, dos puntos que el tiempo dirá cuanto costaran.
Cuando un equipo de fútbol se reduce al talento de un solo jugador corre muchos riesgos, genera un estado de dependencia, un estado que se vuelve perturbador cuando éste no se encuentra. Hoy Boca no fue mucho más que un equipo con buenas individualidades, un equipo con jerarquía pero que carecía de un director de orquesta, que es en definitiva, el que da la armonía al resto de las partes para ser un todo. Por momentos, Pablo Pérez tuvo algo de eso, pero le faltó un mayor compromiso. Bentancur, vendido ya a la Juventus por una cifra millonaria brilló por su ausencia y casi que ni participó. Pavón, arranca todas las jugadas como una estrella pero termina estrellado. Benedetto viene convirtiendo y mostrándose permanentemente como opción de pase. Wílmar Barrios fue la gran figura, haciendo siempre lo que la jugada pide, tan simple como eso.
El equipo de Guillermo quedó expuesto, tanto así como el mismo entrenador, que a poco del final sacó a Pavón por Jara para cuidar el resultado, contra Patronato, de local, ganando por uno a cero.
El equipo de Paraná partió hacia la Capital en busca de un sueño, con una mochila cargada de esperanzas, representando a una provincia, representando a todos aquellos que con esfuerzo día tras días luchan por conseguir sus objetivos y a pesar de que hace nada más que siete días fue goleado por Independiente por cinco a cero, agarró sus cosas y marchó. Su planteó fue el de no dejar jugar a Boca, cubrir los espacios para evitar transiciones, poblar el medio campo con jugadores rápidos para aprovechar la defensa lenta del rival y poder aspirar a llevarse algo positivo de La Bombonera.
Treinta y cinco años pasaron de la última vez que estos dos se enfrentaron, el destino los volvería a juntar. Esta vez en momentos distintos, donde Boca ansiaba la victoria para revalidar su puesto en la cima del campeonato, para dejar en claro que va a ser difícil que alguien se entrometa en su camino hacia la conquista de otro titulo, para correr a los fantasmas que ponen en duda su confianza.
Pero los dirigidos por Forestello tenían serias ganas de ser el gran escollo, de ser quienes le sigan dando vida al resto de equipos que vienen por detrás en la pelea por el campeonato. De demostrar que no hay riqueza que valga más, que la riqueza del alma. ¿Tuvieron premio? Sí. Fue en una de las ultimas jugadas del partido, en unas de las ultimas corazonadas de todo aquel hincha que veía su ilusión pasar, la ilusión de seguir prendidos arriba, en algunos casos. La ilusión de la rebelión del chico contra el grande en otros, como David alguna vez contra Goliat... con la Fe como única arma.
Formaciones:
Boca: Rossi; Peruzzi, Vergini, Insarrualde, Fabra; Pérez, Barrios, Bentancur; Pavón, Benedetto, Solis.
Cambios: Benítez x Solis. Jara x Pavón. Bou x Peruzzi.
Dt: Guillermo Barros Schelotto
Patronato: Bértoli; Geminiani, Andrade, Vera, Márquez; Lemos, Guzmán, Graciani, Comas, Gagliardi; Telechea.
Cambios: Arce x Comas. Bertocchi x Graciani. Quiroga x Telechea.
Dt: Ruben D. Forestello
-Lautaro Lazcano (@lautarolazcano)
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